Confieso que soy pendejo

Confieso que soy pendejo

Confieso que soy pendejo

David Alvarez

Tomo partido públicamente. Confieso que soy pendejo, no corrupto. No soy un santo, pero no soy un corrupto. Desde que soy adulto trabajo, incluso en el seminario.

En mi primer año con los MSC enseñaba en una escuela matemáticas, luego con los Redentoristas trabajaba los veranos: pintor de brocha gorda, jardinero, etcétera.

Luego he sido maestro, pero también llegué a limpiar pisos en un hospital de Estados Unidos. Mi padre me enseño con el ejemplo que ningún trabajo hiede, y el fue comerciante, pero también “guachimán” y vendedor ambulante.

Es mi herencia.

Cada plato de comida que se ha servido en la mesa de mi familia ha sido fruto del trabajo tesonero de mi esposa y el mio. Nunca le he robado el pan al pobre, al contrario, hemos compartido muchas veces lo poco que tenemos con otros que lo han necesitado.

Me considero con orgullo uno de la mayoría de los pendejos de este país, trabajando cada mes para vivir al mes siguiente.

A veces he ganado poco, en otras mucho, y cosa curiosa y de Dios, casi siempre que he tenido un ingreso extraordinario, pronto una necesidad imprevista aparecía que lo cubría.

No sueño con el momento de jubilarme, pido a Dios siempre me permita tener un oficio, el que sea, para ganar lo suficiente para vivir.

La ilusión de ser rico me parece una perversión, le tengo ojeriza al poder y odio visceral al poder que no se usa para servir a los más pobres.



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