Con dolor y esperanza pasan Navidad los damnificados de los sismos en México

Con dolor y esperanza pasan Navidad los damnificados de los sismos en México

Con dolor y esperanza pasan Navidad los damnificados de los sismos en México

Juchitán.- Sin festejos pero con esperanza, un árbol de pino artificial es lo único que indica estos días la llegada de la Navidad en muchos hogares del Istmo de Tehuantepec, en el sur de México, donde miles de personas pasarán unas fiestas sin casa ni regalos tras los terremotos de septiembre.

Esta situación se extenderá a buena parte del país. Para decenas de miles no habrá cena navideña, ni se recibirán regalos, ni mucho menos tendrán un espacio para convivir después de que los terremotos del 7 y 19 de septiembre los dejara sin vivienda.

Estos sismos, que se sintieron con fuerza en el centro y sur del país, dejaron 471 muertos y unos doce millones de damnificados.

Se calcula que unas 250.000 personas perdieron sus hogares. Solo en Juchitán de Zaragoza, en una de las zonas más pobres de México, unas 40 personas perdieron la vida y otras miles se quedaron sin hogar.

En esta empobrecida región, el movimiento sísmico de magnitud 8,2 del 7 de septiembre provocó que cientos de familias emigraran en busca de seguridad, pero la mayoría se quedó soportando las más de 10.000 réplicas registradas hasta la fecha.

Rosa Elba Aquino es una de las cerca de 70.000 personas de esta sureña región mexicana que hoy no tiene casa y que solo recibió 15.000 pesos (unos 760 dólares) de apoyo para la reconstrucción de su vivienda.

“En realidad es casa de mi madre, vivimos con ella (mis dos hijos y yo) pero yo sostengo el hogar con la venta de gelatinas, yogur y desayunos; mi madre tiene 81 años de edad y tiene un problema en el corazón.

Construyó su casita con el dinero de la venta del rancho que le heredó mi padre. Ahora se destruyó todo”, explicó a Efe.

Rosa Elba y su familia viven la única parte de la casa que se salvó tras el terremoto- un cuarto que estaba en construcción y que fue habilitado con tablas y lonas como dormitorio, comedor y cocina.

De entre los escombros, su hija rescató el árbol de Navidad al que le colgaron luces, pero que no pueden encender porque siguen sin electricidad.

“Nosotros no haremos cena, no hay con qué, el dinero que gano apenas me alcanza para la comida diaria. Pasaremos la Nochebuena en casa de mi nuera, lo importante es estar juntos” dijo.

Tres meses y medio después del sismo la situación sigue siendo muy preocupante. Especialmente ahora que las provisiones de muchas familias que recibieron mediante donativos se están empezando a agotar.

En el albergue Nueva Vida, 63 personas, entre ellos 13 niños y algunos ancianos, han conformado prácticamente una nueva familia.

Esta Nochebuena no habrá cena. “Solo botanitas (aperitivos)”, explicó a Efe Joyce Antonio López Sánchez, coordinador del albergue.

Aunque comienza a escasear, la ayuda no se ha cancelado. De todas partes sigue fluyendo aunque lentamente, y de muchas formas. Levantando el ánimo.

Esta Navidad, Santa Claus se presentó con diferentes rostros en muchos hogares del Istmo. Es la cara alegre, si cabe, de los festejos.

Ya no vistió su ropaje rojo ni la barba blanca. Pero se hizo poeta y leyó poemas a los niños a través de la zapoteca Natalia Toledo o tomó el rostro y cuerpo de Dalia Báez, una mujer juchiteca que salió a calles y callejones a entregar 15 ollas con pollo relleno para familias que se quedaron sin hogar. “Quisiera hacer más pero se hace lo que se puede”, remarcó la cocinera a Efe.

El espíritu navideño también se hizo Dj. Y el locutor Geovanni Santiago, de una estación radiofónica local, organizó una posada para los niños con música, imitación de personajes infantiles, dulces y juguetes.

“Hay niños que están muy tristes porque ya no tienen casa y han dicho que les preocupa cómo llegará Santa Claus a dejarle sus juguetes”, relató el también conocido como DJ Delta.

Mari Cabrera Toledo, de 55 años, vive con sus dos hijos, su esposo y su suegra de 91 años en Asunción Ixtaltepec, un pueblo cercano a Juchitán.

La casa fue demolida, pero tienen un patio muy grande que hoy les permitirá convivir con sus vecinos en una celebración sencilla, en donde cada uno llevará algo para compartir. “Ya pasó lo más duro. Estamos vivos. La casa se cayó pero podemos seguir adelante. Vamos a cenar un pollo horneado con puré de papas”, comentó a Efe.

Pese a la adversidad, Toledo es un ejemplo de que el ánimo no decae del todo. Decenas de puestos navideños y de juguetes inundan la principal avenida de la ciudad y las calles comienzan a cobrar vida de nuevo.

Este 24 habrá pirotecnia. Una lluvia de color, papel y pólvora para alejar, un poco, los problemas.



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