¿Cómo parar esta locura?

¿Cómo parar esta locura?

¿Cómo parar esta locura?

Hugo López Morrobel

Cada día queda más evidenciada la corrupción rampante en todos los estamentos del deporte.

No pasan 24 horas sin que se conozca un caso escandaloso, desde federaciones internacionales hasta de atletas del más apartado rincón del mundo.

Sin embargo, los casos más llamativos han ocurrido en las esferas que parecían ser drásticamente rigurosas en el ataque a ese flagelo.

El más estruendoso hasta el momento ha sido el de la FIFA, donde cayeron desde su expresidente los más “humildes” dirigentes de países desarrollados hasta los más vulnerables en lo económico.

La obtención de sedes mundialistas es otro de los casos más alarmantes de corrupción, dado que hasta el momento no hay una sola que no haya sido producto de la entrega de millones de dólares a los responsables de otorgarlas.
Hoy, Japón investiga a Tsunekazu Takeda, presidente del Comité Olímpico, por entregar a los delegados en capacidad de votar dos millones de dólares durante la campaña por la candidatura de Tokio.

Y eso es “pajita de coco” en relación a los muchos millones que repartió Catar para la obtención de los juegos de 2022.

El deporte, que se tuvo como una de las actividades más nobles en toda su pirámide, hoy es un verdadero estercolero, donde el dinero es el principal protagonista, porque si no lo hace un dirigente lo patrocinan los propios países, y el consumo de sustancias prohibidas en los atletas es descomunal, agregándose ahora también el engaño al fisco.

Por lo tanto, a nadie debe sorprender que en otros sectores, en especial el político, tradicionalmente infectado de lacras de todo tipo, se produzcan actos de corrupción, cuyos protagonistas y actores secundarios, salen ilesos, dado que muchos de quienes deben juzgarlos también están embarrados hasta el topete.

RADARES.- Muchos fanáticos están que botan chispas por la pobre actuación del Licey en la Serie del Caribe, evento que ya reviste muy poco interés del público, porque muchos de los que deben “defender el orgullo patrio” van a ese espectáculo a cualquier otra cosa, menos a jugar pelota en serio.

Porpor lo tanto, que nadie, por muy fanático que se considere, debe perder los estribos, porque es seguro que casos como ese, se repita una y otra vez.



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