Comedor de envejecientes, una labor digna de imitar

Comedor de envejecientes, una labor digna de imitar

Comedor de envejecientes, una labor digna de imitar

 

Decenas de envejecientes de escasos recursos, incluso algunos que viven sin sus familiares pertenecientes al barrio Gualey, han encontrado desde hace años talvez no la acogida perfecta, pero si la necesaria para recibir el pan de cada día.

Y es que cuando el reloj marca las 12 del mediodía, estas personas son recibidas con agrado en el “comedor de los evejecientes”, ubicado en la Junta de Desarrollo de Gualey, que se encuentra en la calle 16 del ensanche Espaillat. Allí día tras día se les preparan los alimentos que necesitan para seguir sobreviviendo.

Un ejemplo de esto es Elisabeth, de 85 años de edad, quien apenas puede caminar. La dama ha encontrado en este espacio la solución a uno de sus problemas, ya que aunque tiene cuatro hijos, los mismos rara vez la visitan.

“Gracias a Dios que aquí me dan la comida, porque si no yo no sé qué haría.

Yo quisiera trabajar para poder comprar mis alimentos, pero no puedo, estoy enferma”, comentó la señora mientras sostenía en la mano el plato en el que almorzaba.

Elisabeth estaba rodeada de otros envejecientes que, al igual que ella, acuden a diario al lugar antes indicado.

De qué se trata

El comedor de los envejecientes es una iniciativa de Arelis Morán y de su esposo Radhames Curiel (fallecido), quienes en la década de los noventa vieron la necesidad de brindar gratuitamente el sustento a quienes en realidad lo necesitan: envejecientes de escasos recursos.

“Cuando tú haces este trabajo con estos envejecientes, hay muchos que tú te crees que son parte tuya”, reconoció Moran, quien ha vivido desde pequeña la frase que reza: mejor es dar que recibir. Morán nació en Rancho Viejo de La Vega y al poco tiempo sus familiares la trasladaron a San Francisco de Macorís, donde su padre, un agricultor, cuando cosechaba plátanos, repartía una parte entre los vecinos.

“Esas acciones que yo veía cuando pequeña fueron las que me enseñaron a tener a los demás presentes. Desde ahí se me despertó el respeto y el amor por el prójimo”, manifestó la dama que ahora cuenta con 53 años.
Inicios difíciles

Aunque hoy 100 envejecientes almuerzan en el lugar, cuando Morán y su esposo decidieron empezar esta loable labor solo eran unos pocos.

Al principio se sentaban en “laticas” y “banquitos” para reunirse con personas de la comunidad de Gualey para conocer sus problemas y ver quiénes en realidad no tenían qué comer.

En ese entonces carecían de un local. “Fue muy difícil al principio. Como Gualey ha sido un barrio peligroso, los tígueres y otras personas decían que nosotros éramos de la DEA”, comentó sonriente la mujer al recordar esos tiempos.

Narró que en una ocasión iban en un vehículo a reunirse con los envejecientes y desconocidos les tiraron dos tiros.

“Yo me asusté mucho y me agaché, pensé que había sido a mí que me habían dado”, explicó. Sin embargo, eso no fue obstáculo para detener la visión que ellos tenían.

Cómo lo hicieron

Al paso de los días varias personas se unieron a la iniciativa. “Salíamos por los colmados y casas a pedir para cocinar. No pedíamos dinero, sino alimentos que nos sirvieran para cocinar”, comentó Morán.

A pesar de que a veces no encontraban los recursos para “prender la estufa”, siempre había una mano colaboradora.
“Un día eran las 10 de la mañana y no teníamos nada que hacer y dije: Dios mio, qué vamos a hacer.

Al poco rato llega una camioneta roja y se desmonta una persona y me dice, yo quiero comida y le dije, usted no califica porque usted es joven y además ahora mismo estoy yo pensando qué voy a cocinar, porque no tengo nada.

Y el joven me dijo: bueno aquí se va a cocinar ahora mismo porque el general Rojas Tavárez le mandó esto: un saco de arroz, una lata de aceite, medio saco de habichuelas y una caja de espaguetis”, testificó Morán. Refirió que con eso duraron un mes cocinando.

Hoy, a más de 14 años de estar sirviendo a los envejecientes, Morán ha visto los frutos de su esfuerzo.

Ahora la gente confía y conoce su trabajo desinteresado, por lo que recibe diversas ayudas para sustentar el comedor y seguir dando “el pan de cada día” a los envejecientes.



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