Codicia y celos

Codicia y celos

Codicia y celos

David Alvarez

En mi pasado artículo establecía la importancia de que la razón prevaleciera por encima de las emociones si procuramos relacionarnos como seres humanos y no responder de manera instintiva, cual animales.

La racionalidad de nuestra sociedad está entredicho precisamente por el culto que se le brinda a la codicia como motor de la economía.

El capitalismo, régimen que tiene poco más de doscientos años, ha pasado a gobernar la economía mundial y su fundamento es alentar la codicia de quienes poseen el capital, y por extensión de los que aspiran a amasar riquezas como mecanismo de reconocimiento social, para generar medios de producción, en un primer momento, y luego para asignar financiamiento por la vía de los mercados de capitales.

La codicia no reconoce la dignidad humana porque está centrada en el impulso egocéntrico de acumular riqueza, sobre el criterio de que ello le representa una vida más cómoda y poder social.

El sentido de servicio hacia el prójimo queda suspendido, se producen bienes o se invierte capital en función de las ventajas personales, llegando a cuestionar incluso la legalidad, si la actividad lucra (narcotráfico, robo al Estado, etc) En otro orden de ideas los celos, en cuanto sentimiento vil, considera a la persona que le interesa como propiedad y por tanto conduce a la violencia si se percibe que pueda perderla.

He ahí la raíz de toda la violencia intrafamiliar y los femenicidios. La razón es la cura: construir una sociedad y relaciones personales racionales.



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