En 1981 Chile revolucionó el mundo de las pensiones, por demás quebrado en la mayoría de los países donde aún prevalece el sistema de reparto, o sea aquel donde los niños habrán de cubrir las pensiones de los abuelos.

Esta revolución consistió en el establecimiento de un sistema de pensiones de capitalización individual en el cual cada ciudadano decide el monto de su pensión, partiendo de un mínimo de monto y tiempo consecutivo ininterrumpido fijado por el Estado, pudiendo el futuro pensionado determinar aportes adicionales.

República Dominicana entendió la revolución previsional chilena y basado en dicho modelo forjamos nuestro propio sistema, con las mejoras que permite el haber conocido de antemano las experiencias de los primeros que incursionaron en esta modalidad.

Nuestro nivel de aportes mínimos se fijó en un 10 % en vez del 8 % chileno, y nuestros patronos se constituyeron en los aportadores principales apoyando la contribución del trabajador, haciendo el ahorro previsional la mejor opción para el futuro pensionable.

El movimiento No Mas AFP en Chile, compuesto por diversos gremios incitados por la izquierda política y basado en falacias, inexactitudes, bien financiado por aquellos que ven que la solución de los fracasos y falta de contrapartes que le corresponde al del Estado, radica en la estatización del sistema, una especie de corralito como cuando el estado argentino se apropió de los fondos de pensiones, que hoy nueva vez está quebrado.

Chile afronta las debilidades de su sistema incrementando los niveles mínimos de aportes, integrando al patrono como aportador e incrementando la edad de jubilación en 5 años sin distinción de género, reconociendo con ello la actual longevidad laboral.

Por igual, el Estado reconoce y hace la previsión de fondos para cumplir sus compromisos con el sistema solidario de invalidez y vejez, incorporando una sola tasa de mortalidad, así como la obligatoriedad de todos cotizar. Sigamos aprendiendo.