Vale la oportunidad de estos últimos días de 2017 para mirar hacia atrás y resaltar los hechos que marcaron el año, y así más adelante poder expresar nuestras expectativas para el venidero 2018.

En primer lugar debemos destacar que este ha sido el año de la marcha verde.

No el del movimiento político “per se”, sino del fenómeno que vio a cientos de miles de dominicanos tomar las calles, sin miedo, para manifestar su inconformidad con los niveles de impunidad y corrupción que aprecian el gobierno ha permitido arropar a la sociedad dominicana.

A seguidas surgió el teatral manejo del caso Odebrecht, tipificación de la corrupción e impunidad que ha merecido el repudio generalizado, y que hasta ahora solo ha servido para lavar las manos de todos sus interventores, cuando el pueblo se ha convencido que son decenas de culpables, distribuidos en todos los estamentos del gobierno, suplidores, contratistas y colaboradores, burlando hasta la comisión presidencial nombrada para investigar los costos de Punta Catalina.

El tercer fenómeno ha sido la desaceleración económica que ha puesto en evidencia las debilidades de un modelo económico basado en un creciente y cada vez mayor nivel de endeudamiento.

La continuidad de los déficits fiscales reclama una reforma fiscal basada en el control y racionamiento del gasto público, cuestionamiento de los sacrificios fiscales y una mayor eficiencia recaudadora.

Finalmente lo que no ha mermado es la esperanza inagotable del dominicano de que podrá ver un mañana mejor, en el cual el crecimiento de la economía se base en principios más sólidos y sostenibles.

Una economía que logre una mayor redistribución de la riqueza creada, creando cada vez más y mejores empleos formales.

Una economía donde prevalezca el raciocinio y que exista una clase política comprometida con el país, y menos dedicada a sus intereses personales.