Cáncer en la Sociedad

Cáncer en la Sociedad

Cáncer en la Sociedad

Dunia De Windt

Sufrimos desde hace años un cáncer que ya hace metástasis en las entrañas de esta sociedad. Es un cáncer agresivo sin visos de sanación inmediata salvo la revolución de un pueblo sumiso y hastiado de los mismos propagadores de ese cáncer. 

A esos propagadores del nefasto deterioro de la sociedad no les importa ni siquiera sus votantes. Vienen a servirse, no a servir. Llegan a robar, estropear, vender y regalar esta isla por pedazos al mejor postor, siempre y cuando ellos permanezcan indemnes en sus trincheras y sus jugosas comisiones sean de oro.

Roban al pueblo y al partido. Se adueñan de los poderes del Estado. A muchos de estos propagadores no les importa ser juzgados por un mediano o alto tribunal, a sabiendas de que nada ocurrirá, solo un circo televisivo que servirá de carnaza para este pueblo que silente exige justicia.

Una justicia comprada y coaccionada al antojo de estos propagadores, tanto por quienes juzgan y por aquellos que deberían ser juzgados.

Lo peor de esta enfermedad es que cada cuatro años la sociedad es sometida a una operación de riesgo sin remedio alguno, en una urnas planificadas por estos mismos propagadores y que solo sirven para gastar y gastar millones de pesos antes y durante un proceso electoral viciado, sin rendición de cuentas, demagogo y tramposo.

Ni pensar en un posible cambio partidista o generacional que provoque algún atisbo de sanación de cara a una población que nada en las mismas aguas turbias, sin memoria histórica y votando por un bipartidismo prostituido.

Estos propagadores de la mala práctica política, que empañan el ambiente y la carrera política de antaño, no son juzgados por sus acciones, sino que se ufanan cada día de sus tropelías y organizan bienvenidas, reelecciones absurdas y fiestas para celebrar su ejemplarizante accionar.

Por supuesto, aquel o aquellos que deberían de hablar y expresar su parecer frente a una sociedad impotente, callan ahondando más la impotencia de un pueblo que cometió el error una vez más de elegir «a los menos malos».

Al pueblo le toca mantener a estos propagadores del cáncer en la sociedad en sus puestos públicos, a sabiendas de sus jugarretas, de sus sueldos de lujo y demás prebendas.

Son funcionarios del Estado y llenan los principales estamentos de la sociedad: Congreso Nacional, partidos políticos, instituciones gubernamentales, ayuntamientos, Suprema Corte de Justicia, etc…



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