Camino a una sociedad de la ruindad

Camino a una sociedad de la ruindad

Camino a una sociedad de la ruindad

De entrada, no tengo ningún vínculo con la destacada conductora y productora de televisión Jatnna Tavárez; solo la referencia de su prolongado ejercicio profesional en la televisión y de que se trata de una persona que exhibe dotes de nobleza.

Tampoco creo que ella tenga referencia de mí, a menos que lea algunos de los escritos que publico con regularidad en este diario.

Entre ambos no existe eso que se denomina relaciones primarias, es decir, las de los sentimientos.
Lo anterior, sin embargo, no me limita a guardar silencio ante la campaña de ruindad desatada en su contra, especialmente a través de redes sociales.

El único “pecado” que habría cometido fue lograr que el presidente de la República, Danilo Medina, le concediera una entrevista, en exclusiva, para su programa de televisión.

Y su caso no es único, una mirada a redes sociales y a innumerables espacios en medios de comunicación electrónicos, permitirá ver a personajes que exteriorizan sus sentimientos de maldad, envidia, odio, rencor y mezquindad contra cualquier persona que no coincida con sus ideas.

A veces me precio de conocer ciertos comportamientos humanos, por lo que sé que ese tipo de individuos no entienden la nobleza, concepto reservado para aquellas personas especiales que exhiben la virtud de procurar siempre el bienestar de sus semejantes, a través de la puesta en práctica de valores como la lealtad, la empatía, la sensibilidad, la solidaridad, la justicia y el amor. Nicolás de Maquiavelo, una figura relevante del siglo XVI por su obra “El Príncipe”, afirmó que “el hombre es naturalmente malo, a menos que se le precise a ser bueno”.

A Jatnna, personas malvadas y mezquinas, cuya sumatoria da ruindad, la han acusado de cuantas perversidades pudiera imaginarse alguien carente de sólidos principios éticos.

Todo esto, simplemente, porque no recurrió a un estilo de entrevista como a ellas les hubiera gustado que hiciese.

Esta profesional, en su estilo y el que es propio de su programa de variedades, ejerció el derecho de buscar libremente información de parte de una persona pública, como el Presidente de la República, de la manera que lo establece el artículo 49 de la Constitución de la República.

Pero unos cuantos intolerantes y ruines, agredieron su honor y dignidad, gente de rango menor y medianía, como dirían Tony Raful y el extinto Pedro Peix, exquisitos poetas dominicanos.

A ella, le digo que siga adelante, porque, como lo afirmó Jacinto Benavente, dramaturgo, director, guionista y productor de cine español, Premio Nobel de Literatura, en 1922: “Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia”.

Incluso, me atrevería a sugerirle que perdone a esos ruines, siguiendo a Oscar Wilde, escritor, poeta y dramaturgo irlandés, que recomendó perdonar siempre a los enemigos, porque constituye la mayor molestia que recibirían en sus vidas.

El perdón nos hace grandes, y el mejor ejemplo lo encontramos en la oración universal, el Padre Nuestro, cuando llama a personar hasta a quienes nos ofendan.

Sin embargo, la cuestión no está en el simple perdón, va mucho más allá; es que la dominicana va camino a convertirse a una sociedad de la ruindad, en la medida en que los malvados y mezquinos continúen enseñoreándose de sus comportamientos, sin recibir aunque sean sanciones morales.



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