¡Bajen el volumen, por favor!

¡Bajen el volumen, por favor!

¡Bajen el volumen, por favor!

Patricia Solano

La música está muy alta. Ya no se puede conversar en una boda: ¡la música está muy alta! Hemos perdido el sentido del volumen.opinion 65

El Lido de París, famoso lugar turístico de espectáculos, tiene música en vivo. En las mesas alrededor del escenario, tan cerca que se le pueden ver los botones a las camisas de los músicos de la orquesta, es posible hablar con las demás personas de la mesa sin gritar.

La música se escucha perfectamente en el fondo del amplio auditorio y en todas partes; al conversar, nadie pierde el glamour: no hay que gritar.

Aquí el volumen de la música invade nuestro cuerpo, literalmente; el bajo retumba en el torrente sanguíneo. No se puede hablar, pero lo intentamos, así que una de las consecuencias seguras de cualquier fiesta es una gran irritación en la garganta, sometida a esfuerzo extremo.

En un evento reciente celebrado por una gran empresa la música en vivo para “amenizar” era un fuerte obstáculo para que un montón de personas afines que se encontraron allí pudieran intercambiar saludos sin forzar la voz. ¡Y era un almuerzo! ¿Cómo es posible?

Hace un tiempo, una fiesta de aniversario de otra gran empresa fue celebrada con una magnífica orquesta. Estaba el Presidente de la República, pero en su mesa, como en las demás, nunca hubo conversación en grupo… ¡no se podía! Sólo era posible hablar con la persona próxima a cada lado, acercándose al oído del otro y voceando un poco.

En esa misma fiesta, alguien muy ocurrente le dijo a otra persona: “¿Tienes teléfono inteligente? Vamos a chatear!” Realmente era la única forma de comentar cualquier cosa. Allí solo se podía bailar.

El altísimo nivel de volumen que los sonidistas están habituados a manejar en las fiestas y eventos de este país está estropeando la calidad de orquestas muy buenas, que en vivo están sonando fatal.

¡Es el volumen! Orquestas dirigidas por maestros, integradas por magníficos ejecutantes y sin embargo las trompetas chillan y el bajo distorsiona la armonía del conjunto… porque el volumen está muy alto.

Habrá que hacer algo. Por lo pronto, empezar a pedir en los sitios que por favor, bajen el volumen. Y en los carnavales, ¡ojo!: visualmente son de gran atractivo turístico, pero el ruido ahuyenta a la gente no habituada a semejantes decibeles. Si hasta los de aquí nos estamos quejando, la cosa es fuerte.



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