Avanzada  religiosa radical

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Evangelio y subversión
Es cuestión de hacer oír nuestra voz, nuestras voces frente al orden injusto establecido, no callarnos frente a  los intereses económicos, ideológicos y de todo tipo de grupos privilegiados que a toda costa lo que pretenden es imponer y hacernos creer su verdad.

Es justo y legítimo reclamar nuestros derechos y luchar por un mundo libre de toda clase de intereses; un mundo donde lo colectivo esté por encima de lo individual y donde el hombre, el ser humano, sea el centro de todo el quehacer en la sociedad.

Si es “subversión injusta” reclamar que sean respetados los  derechos fundamentales de todo ser humano e inviolables, como es el derecho a una vida digna, a expresar lo que sentimos, a tener un trabajo, un techo, a la justicia, hacemos un llamado a sublevarnos.

 Si es “subversión injusta” el reclamar el derecho a reunirse y asociarse, a tomar parte de la vida política y pública del país, el derecho a manifestar nuestra opinión ante los demás, por medio de la radio, la televisión y los medios escritos, el derecho de huelga cuando han sido agotadas todas las instancias, entonces hacemos un llamado a la subversión.

 Es que el Evangelio es  toda una reivindicación por el derecho de los pobres a hacer oír su voz, a ser considerados con preferencia en la sociedad y darle el lugar que le corresponde y que los poderosos le han negado siempre. ¿ Acaso la primera prédica de Jesús no es para proclamar la liberación a los oprimidos?, y la enseñanza oficial de la Iglesia ha hecho una opción clara por los pobres y por la liberación de los oprimidos (Puebla, Medellín).

 Por eso desde el Evangelio proclamamos que es justo y legítimo reclamar nuestros derechos fundamentales y no permitir que sean pisoteados. Por eso les decimos a todos y todas aquellos y aquellas que sufren persecución por la justicia, a los que tienen hambre y sed de ella, que su lucha es justa y que no desmayen en la construcción de un mundo libre de toda clase de intereses, un mundo donde triunfe un espíritu de verdadero servicio en beneficio de los más pobres y olvidados.

 Por eso afirmamos que la auténtica paz no se logrará hasta que lleguemos al cambio estructural, donde se inicie una era de instituciones nuevas que nos permitan vivir los valores de la dignidad humana.



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