Aunque no esté libre de pecados

Aunque no esté libre de pecados

Aunque no esté libre de pecados

Decía Joaquín Balaguer que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho.

El hábil estadista no aclaró que, sin embargo, los corruptos sí lograban entrar, ya que con ellos han gobernado todas las generaciones.

Así ha sido.

En la política los corruptos se comportan como aquel legendario político francés Joseph Fouché, que se encartaba en todos los gobiernos, sin importar el modelo.

Se movía indistintamente en la Francia revolucionaria de Robespierre, en la imperial de Napoleón o en la monárquica de Luis XVIII.

Estos personajes persiguen a todos, no importa qué tan limpio sea el corazón del que dirige. Jesucristo tenía a Judas, que movía las finanzas y terminó recibiendo un soborno para entregar al Hijo del Hombre.

Los Fouché y los Judas caminan con todos, no importa el color de la marcha o si lo anuncian por bocinas. La corrupción podrá detenerse en la puerta de cualquier despacho, pero los corruptos se las arreglan para atravesar el umbral.

En materia de corrupción tendremos que aceptar que las primeras piedras sean tiradas aunque no se esté libre de pecado, porque de lo contrario pasará como con la guillotina, tan popular en la Francia del siglo XVIII, que decapitó hasta a sus promotores.



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