Siempre he creído que el nivel de atención que ponemos en las cosas y personas está directamente relacionado al interés que sentimos y las motivaciones que tenemos.

Si no hay interés es muy poco probable que haya atención y si la hay es mínima, de esas que no dejan grabado ningún conocimiento… es como decir: “te entra por un oído y te sale por el otro”, sin dejar nada en el cerebro.

Vemos a diario como tenemos que repetir constantemente tal o cual cosa, sin lograr que esto quede guardado en el subconsciente del otro.

Muchos padres frustrados porque sus hijos no aprenden las lecciones; muchos jefes cansados de repetir las asignaciones como si fuera la primera vez; amigos y parejas que repiten acciones que claramente molestan, a pesar de ser estas objeto de largas charlas; jóvenes que cometen los mismos errores sin recordar que ya transitaron por la amarga situación de recoger los platos rotos… y así la lista sería inmensa, como lo son las diferencias entre los seres humanos.

Soy de las que piensa que en estos casos el interés juega un papel sumamente importante, pues si se tiene este no hay razón para olvidar o no hacer nuestras asignaciones y hacerlo bien… si prestamos atención nos podríamos ahorrar muchos malos ratos, discusiones inútiles y reprimendas innecesarias.

Debemos recordar que mostrar atención a lo que hacemos y lo que nos rodea, en especial si tiene relación con personas cercanas a nuestra vida, es sinónimo de respeto, porque demostramos que nos importan.