Aquí no existe el bipartidismo

Aquí no existe el bipartidismo

Aquí no existe el bipartidismo

Rafael Chaljub Mejìa

La división del Partido Revolucionario Dominicano –PRD- marcó el fin del bipartidismo en el país. Por mucho tiempo, el Reformista y el PRD, respectivamente, polarizaban las simpatías electorales y competían por el poder.

Muerto Balaguer, el Reformista entró en descomposición. Su lugar pasó a ocuparlo el Partido de la Liberación Dominicana –PLD-.

Entonces, el bipartidismo estuvo representado por perredeístas y peledeístas. Hasta que la más reciente división del PRD, cambió las cosas, generó el predominio unipolar de los peledeístas, mientras dos fuerzas de magnitud más o menos similar, el PRD y el Partido Revolucionario Moderno –PRM-, aparecen como los principales rivales del PLD. Sin que ninguna de ellas por sí sola pueda ser la real contraparte que dé vida a un bipartidismo y ponga en riesgo la hegemonía del partido morado.

A veces se operan modificaciones en la vida política que cuesta esfuerzo advertirlas. No pocos historiadores consagraron la falsa idea de que la primera República estuvo regida por la lucha entre liberales y conservadores, cuando realmente, casi desde la proclamación de la República, los liberales fueron reducidos hasta lo ínfimo y lo dominante fue la pugna brutal entre dos corrientes conservadoras, santanistas y baecistas, que por más señas, habían pertenecido originalmente al mismo bando.

Actualmente, con una oposición tan dividida, el debate entre las distintas tendencias del PLD ocupa más la atención de la gente que la lucha entre el gobierno y la oposición.

Esto tiene sus riesgos para un ejercicio realmente democrático.

Con un partido que lo controla todo, sin una oposición beligerante, capaz de presentar la debida resistencia, el país marcha a pasos seguros hacia el monopolio político de un partido, el PLD en este caso, y peor aún si eso se convierte en el monopolio de una de las fracciones de ese partido sobre la vida del país.

En todo esto hay también un aspecto desafiante, y es lo que conviene comprender. Esa misma oposición que dividida es muy débil, tiene el candente desafío de superar la división y hacerse fuerte.

Como es descartable la unidad en una sola organización, en cambio, sí puede formar un frente amplio para la acción conjunta en la lucha cotidiana y la participación común en las elecciones. Aún hay tiempo.

Lo demás sería prepararse para culparse mutuamente, ponerse a maldecir y volverse llantos y lamentaciones, después de otra derrota.



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