Antidominicanismo versus antihaitianismo

Antidominicanismo versus antihaitianismo

Antidominicanismo versus antihaitianismo

Destacados intelectuales dominicanos han escrito sobre el antihaitianismo  en la República Dominicana señalando las vertientes histórica y de Estado. En el último caso, su estructura ideológica se construyó durante la era de Trujillo, particularmente antes y después de la masacre de 1937. Sin embargo, tres factores, mantienen aún candentes importantes focos de un pensar y un accionar abiertamente hostiles hacia Haití y los haitianos en este país hermano.

Por un lado está la vigencia política a través de alianzas electorales de  algunos actores del Trujillismo y su incidencia mediática. Por otro lado, la indefinición estructural de una política dominicana frente a Haití. En tercer lugar, el caldo de cultivo del antihaitianismo, que constituyen ocasionalmente los manejos erróneos por parte de algunos responsables haitianos.

Paradójicamente, desde 1989 con su integración al acuerdo de Lome IV, los dos países de la isla se  han vistos forzados a una colaboración y respaldo mutuos para ampliar su participación en diversos espacios regionales y multilaterales de la cooperación internacional de la cual son beneficiarios a distintos niveles de acuerdo a su realidad socio económica.  Ese caminar juntos dio lugar 7 años más tarde, a la creación de la Comisión Mixta Bilateral.

No obstante, es muy apropiado señalar que el contexto dominicano de formación de ese espacio binacional está caracterizado por la campaña anti-haitiana más terrible que se haya conocido, de acuerdo con historiadores dominicanos, para contrarrestar desde el poder la candidatura presidencial del desaparecido José Francisco Peña Gómez, un prominente político dominicano de ascendencia haitiana. Terminado el certamen electoral de 1996 las voces más influentes de dicha campaña pasaron a ocupar importantes puestos políticos.

En ese contexto, en vez de definir como parte de la cooperación binacional lo que de hecho es cooperación sur-sur, la asistencia humanitaria en salud a mujeres embarazadas haitianas y la inserción escolar de niños del lado fronterizo occidental en las aulas dominicanas eran descritas en el discurso oficial dominicano como un sacrificio pesado. En el plano internacional, Haití era presentado como una carga, mientras que la cooperación internacional era  denunciada como un plan de fusión de la isla con la  complicidad haitiana.

Una nueva ola antihaitiana se desarrollaría desde principios del 2005 hasta el 2010 debido a actos aislados de violencia entre haitianos y dominicanos, el apoderamiento por la Corte Interamericana de derechos humanos de casos vinculados a los derechos humanos, las repatriaciones masivas y la negación del derecho a la nacionalidad de dominicanos de ascendencia haitiana, formando este último tópico, parte del debate relativo a la reforma constitucional.

Fuente de profundas contradicciones en el manejo de las relaciones dominico haitianas, dicha situación mantuvo, pese a ciertos progresos evidentes, una desconfianza marcada en Haití frente a algunos  dirigentes dominicanos. La condecoración oficial haitiana de la difunta campeona de los derechos humanos Sonia Pierre después del terremoto debería ser analizada profundamente.

 Al tenor de esto se encuentran, las reacciones negativas en Haití de diversos sectores ante el anuncio en marzo del 2010 de la donación de una universidad por el gobierno dominicano en el marco de la reconstrucción, llegando a ser considerado por algunos como un “regalo envenenado”. Igualmente deben ser asunto de reflexión las virulentas reacciones nacionalistas antihaitianas con relación a la farsa del retiro por una supuesta “turba haitiana” de la foto y del nombre  de Juan Bosch en dicho centro académico de Limonade el día de su inauguración en enero 2012.

En ese marco, no se puede negar que uno de los efectos de la veda de productos comerciales dominicanos desde principios del mes de junio de este año por el gobierno haitiano, en las circunstancias conocidas y cuestionadas, ha sido el reavivamiento del antihaitianismo en la República Dominicana. Lo más preocupante es, además de la adhesión conocida de algunos funcionarios a dicha corriente, la hostilidad que se ha declarado entre ciudadanos dominicanos y haitianos a través de las redes sociales. Ofensas e injurias no faltan, revelando sentimientos negativos latentes en ambos lados.

Empero, a diferencia de la República Dominicana, el antidominicanismo de Estado en Haití no está estructurado. Surge ocasionalmente por reacción o de manera oportunista. Si bien es cierto que tanto en la pasada administración como en esta no se conoce a nadie que se pueda catalogar como un funcionario abiertamente antidominicano.

El antihaitianismo de Estado siempre ha utilizado los grandes medios para sus fines. Adoctrinamiento en las escuelas o campañas a través de los medios de comunicación. En la última década, siendo el único caso en la región, algunos dominicanos civiles han seguido estos pasos con marchas públicas y la creación de grupos xenófobos en facebook.

Los dirigentes  conscientes de la isla que saben que no conviene ni el antidominicanismo en Haití o el antihaitianismo en República Dominicana deben igualmente usar los grandes medios para superar el odio que se sembró en la opinión pública de uno u del otro país durante los últimos anos. Pese a la creación de la Comisión Mixta hace 17 años, hasta ahora, no se ha dado ninguna iniciativa binacional de envergadura para vencer los escollos de las relaciones entre los dos países y cambiar así el rumbo de las cosas. Es el gran desafío.

*El autor es sacerdote anglicano. Actualmente director ejecutivo de la Fundación Zile.



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