Ahora que el respirar se ha hecho soportable, Hablemos de sentimientos, para alimentar el alma

Ahora que el respirar se ha hecho soportable, Hablemos de sentimientos, para alimentar el alma

Ahora que el respirar se ha hecho soportable, Hablemos de sentimientos, para alimentar el alma

Porque… “No, nada llega tarde, porque todas las cosas

tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas”.

 

“Mi corazón un día, tuvo un ansia

suprema que aún hoy lo embriaga

cual lo embriagara ayer; quería

aprisionar un alma en un poema y,

que viviera siempre… pero no pudo ser”.

J. A. Buesa.-

         Ahora que lo tremendum y el fascinosum, se han hecho soportables, tenemos que volver a vivir pero, ni quiero, deseo o pretendo que nadie me interprete, entienda o sienta lo que en estos momentos la tinta impresa quiera o desee expresar. Me da lo mismo, como dice el populacho “me se importa”.

         Hablo de sentimientos, esa cualidad en el ser sensible que nos permite percibir las sensaciones producidas por alguien o por algo, que nuestros sentidos se encargan de interpretar y decirnos si son o no agradables y aún más, si son beneficiosos o no para nosotros y que se constituyen en la causa que nos hace el bien o el mal vivir. Hablo de amistad y si le da la gana, hablo de amor. Y no precisamente ese amor carnal y vulgar que en ocasiones nos disloca hasta el bien pensar, claro, para aquellos que dicen poseer esa increíble cualidad o que aducen poseer.

         Para mí, a sabiendas muy claras de que el querer y el amar son cosas distintas, pero, con una afinidad tal que es toda una odisea el poder distinguir donde se inicia uno y comienza otro e inclusive, hasta el poder diferenciar una cosa de la otra, aún así, cariño, amor y amistad colman y han colmado desde siempre todo mi ámbito sentimental. Querer por querer y amar por el simple hecho de amar. Así de simple e inclusive, para muchos, así de vulgar.

         Nuestra vida ha sido solo eso, querer, amar y el deseo inmenso de apartar siempre el odio, la maldad, la malquerencia y al mal decir, a pesar de la plétora de indelicados con los cuales hemos tenido que convivir en el medio. Pero, ¡maldita sea! La vida real no es así. La vida es otra cosa, es el mal decir y el mal sentir, todo de acuerdo a las circunstancias, al momento y, desgraciadamente, nunca hemos podido ser así, una cara ahora y otra ahorita.

         Así de simple, así de sencillo. Por esto, por esa maldita debilidad de creer en que todo el mundo siente igual, es que hemos vivido en rebeldía, sin buscar justificación en el comportamiento o nuestra actitud, para vivir como debe ser, de manera prolija, a manos llenas, dando y viviendo entre amistad y cariño, aunque reciba la reacción maldita y desgraciada del desamor, las malquerencias y las traiciones. Problema de los demás, aunque me produzcan amarguras y dolores sentimentales, y es así, como he vivido y proseguiré viviendo mi vida, a mi manera.

         C´est la vie y por tanto, considero que el amor es la vida misma. Y que la esencia de la existencia estriba en la renovación, el cambio, el movimiento y la búsqueda incansable de la vía que nos conduzca hacia el bienestar pero, no ese bienestar espurio o la ambición desbordada de cosas baladíes, sino hacia la superación y purificación de los sentimientos y, principalmente, del amor. De ese amor que nos permite sonreír al escuchar que “no hay peor vergüenza que ser hermoso o hermosa, después de los cuarenta”. ¡Vaya usted a ver qué vaina! Pero, para mí, eso también es amor.

         Si, el mismo amor que se comporta como las estaciones del año, que nace, crece, se desarrolla y… ¡vuelve a renacer! Vamos a decir, como el amor de Madre, como el amor de hermanos, que nunca muere. Después, todo es añadidura para orlar el cariño, el amor y las amistades, aún estos sean políticos. ¡Sí, señor!



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