Adiós OEA, adiós Zelaya

Adiós OEA, adiós Zelaya

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El presidente Zelaya, de Honduras, que no fue santo de mi devoción, no mereció, bajo ningún concepto, el irrespeto de un golpe de Estado que tiene todas las trazas de consolidarse y reirse en las narices de todas las naciones del continente.

La OEA, por su parte, está dando muestras de su inutilidad cuando se trata de preservar la democracia, dejando a merced de los golpistas la estabilidad de los países americanos.

Días van y días vienen, declaraciones van y declaraciones vienen, negociaciones van y negociaciones vienen… para nada: todo sigue igual y los golpistas  continúan muertos de la risa.

El pobre presidente Arias, de Costa Rica, se dejó poner de mogiganga, llevando y trayendo inútiles mensajes de una habitación a otra de la casa de gobierno de su país, mientras el bueno de José Miguel Insulza, que no sabe dónde meter la cabeza ante la evidente impotencia de la organización que él representa, ha dicho que los sucesos de Honduras dejan abierta la posibilidad de otros golpes similares en el hemisferio.

Zelaya, por su parte, vuela de aquí para allá y de allá para acá, como ave sin nido, buscando un apoyo que se diluye en palabras huecas y retórica diplomática que no conducen a ninguna parte.

Sería yo el ser más feliz del planeta si se me demostrara con hechos que estoy equivocado y tuviera que meterme el rabo entre las piernas para pedir excusas por lo escrito más arriba. Ojalá que suceda ese milagro.

Aunque, a decir verdad, me inclino más a aceptar que la OEA fracasó, los golpistas se salieron con la suya y el gobierno de Zelaya ya es historia.



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