Abulia, procrastinación y adiaforización

Abulia, procrastinación y adiaforización

Abulia, procrastinación y adiaforización

José Mármol

Se la refiere como la falta de voluntad para hacer algo, para emprender algo o simplemente, la sensación de que no se siente energía para mover el cuerpo.

El Diccionario de la Lengua Española (2014) le da entrada como un término femenino, derivado del griego “aboulía”, que significa pasividad, desinterés, falta de voluntad. Etimológicamente, la palabra viene del griego y está conformada por tres elementos: “a”, como prefijo equivalente a “sin”; el vocablo “boilé”, que significa “voluntad”, y, finalmente, el sufijo “ia”, que remite a la “acción” o “cualidad” de algo.

Mientras que María Moliner (2007), en su “Diccionario del uso del español” la tipifica con la carga semántica relativa a falta de voluntad o de energía para emprender algo, para moverse.

Amplifica su sentido mediante la asociación con términos como apatía, pereza y holgazanería. Abúlico es el adjetivo y nombre que señala aquel que tiene abulia; abúlicamente es el adverbio que caracteriza la circunstancia en que se evidencia el déficit de voluntad, de movilidad.

En psicología, la abulia se define como un trastorno psiquiátrico asociado a la depresión o a la melancolía, en tanto que estados psicopatológicos subyacentes, queson a menudo algunas de sus consecuencias.

Este síndrome se manifiesta por una disminución de la voluntad, por la incapacidad de llevar a término ciertas tareas y el desconcierto ante la necesidad de tomar decisiones en la vida cotidiana.

Se la asocia a enfermedades mentales como depresión, esquizofrenia, bipolaridad y distimia. O bien, como consecuencia de alteraciones cerebrales derivadas de infecciones (sífilis) o accidentes, versión esta que nos remite a las alteraciones emocionales y genialidades de Nietzsche.

Con base en la psicología, el pensamiento sociológico habla de la abulia como “procrastinación”, es decir, como el hábito de postergar las tareas o actividades prioritarias y de reemplazarlas por otras de importancia secundaria, que son irrelevantes y agradables.

Aparece con frecuencia, junto al de “adiaforización” como neutralidad ética, en la vasta obra de ZygmuntBauman al referirse a la complejidad y desconcierto en la estrategia de vida del sujeto moderno líquido.

En la inevitable e ineludible licuefacción que experimenta, ante nosotros y en nosotros mismos, todo aquello que alguna vez fue sólido y que sentó las bases de la sociedad y de la vida, para devenir ahora volátil, desechable, indiferente, axiológicamente neutro (o “adiafórico”, es decir, sin interés alguno en el compromiso moral, en los vínculos humanos), y con preeminencia del individualismo salvaje y deshumanizante, la abulia se me antoja como el padecimiento de un insufrible solipsismo, un profundo desgano que me hunde en la mirada a través de una ventana frente al mar, que deja entrever, detrás de una espesa cortina de árboles reverdecidos, a un grupo de citadinos que pasean bajo el sol tras un mínimo aliento.

Una ventanacomo aquella por la que observaba Ortega y Gasset la pequeña y verde plaza, cerca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, mientras escribía “Las meditaciones del Quijote” (1914).

Una ventana de Edward Hopper y su paleta lúgubre, pintando la soledad y el sufrimiento del individuo moderno. Quizás “La ventana indiscreta” (1954), de Alfred Hitchcock, basada en un relato de Cornell Woolrich (1942), porque yo, como el fotógrafo Jefferies, espío, no a un vecino, sino, a la sociedad, quedándome perplejo frente a la descomposición social, la bancarrota ética y la incertidumbre jurídico-política que nos agobian.

¿Abulia adiafórica es la que padece, me pregunto con temor, el Estado? Porque, pese al clamor justificado de amplios sectores sensatos de la nación, muy poco se ha hecho, años hará, contra la corrupción, la impunidad y la violencia.



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