Hace un siglo de la ocupación americana y ayer se conmemoró la salida de los Marines tras sus ocho años de gobierno militar.

Cierta infecunda patriotería manda a olvidar que los gringos ordenaron las finanzas públicas y balancearon el presupuesto, desarmaron a los políticos y civiles, construyeron carreteras para unificar el territorio sin necesidad del comercio de cabotaje marítimo y fluvial, organizaron los servicios sanitarios y las escuelas públicas y establecieron una guardia profesional que monopolizó el empleo legítimo de la fuerza armada para imponer decisiones políticas o judiciales.

Pese a estos enormes logros materiales, la mayoría de los dominicanos se oponía a la ocupación. Quizás lo peor fue que en 1918, un guarda-campestre de 27 años con prontuario como abigeo, violador de mujeres, falsificador de cheques y ladrón del correo, logró ingresar a esa nueva guardia.

Nueve años después era jefe del Ejército. Su nombre era Rafael Trujillo. Los gringos lo auparon cuando jóvenes capitaleños mejor educados rehusaron colaborar con los Marines, dando paso a notorios delincuentes. ¡Cuántas grandísimas culpas!