La vida, ¿no vale nada?

La vida, ¿no vale nada?

La vida, ¿no vale nada?

Roberto Marcallé Abreu

El pasado fin de semana, corrió la versión de que los delincuentes que han robado su resignada y relativa paz a la ciudadanía serían “seriamente escarmentados”. Una presentación de los altos mandos policiales y militares a través de los medios de comunicación, adelantó un “crucial incremento” de los operativos y “la inteligencia” contra el crimen.

El mismo presidente Medina que ha sido parco en hablar del tema desde los días de su primera campaña electoral, pidió a los dominicanos “esperar”. El sábado y el domingo corrieron algunos rumores. En las “redes sociales” se publicó sobre la liquidación física de uno que otro delincuente. Abundaban, eso sí, los últimos atracos, robos a mano armada, escalamientos, crímenes. Ya para principios de semana, se siente de nuevo la irrelevancia, el desinterés. La esperanza empieza a decaer y diluirse. No se vislumbran indicios significativos de cambios reales en este peligroso estado de cosas.

La criminalidad ha tomado un sesgo de extremo cuidado en la República Dominicana. Me resulta casi inconcebible la actitud oficial y de la misma ciudadanía y de las instituciones reconocidas. Da la impresión de que nos hemos resignado a vivir bajo este contexto de sangre, agresividad y miedo. De que nos hemos resignado. De que nada ni nadie puede salvarnos de cuanto ocurre.

En los diez o quince años transcurridos a la fecha, el crimen y la inseguridad se han incrementado de manera exponencial. Ahora, hemos superado todo lo previsible.

Las autoridades repiten el absurdo tópico de la “percepción” o se dedican a hacer declaraciones incoherentes. Pese a las encuestas que circularon en el periodo preelectoral y en las que se insistía sobre la preocupación de la sociedad dominicana con el grave problema, el crimen no parece asumirse como un asunto prioritario. Todos hablamos del tema, pero es poco lo que se hace para combatirlo.

Esperaba que, ciertamente, se produjera un aleccionamiento a los antisociales. Que militares y policías de civil y uniformados permanecieran en los lugares críticos y cruciales para dar una respuesta enérgica a los atracos, robos y crímenes. Esperaba que las cámaras legislativas se reunieran de urgencia para aprobar el nuevo Código Procesal Penal. Esperaba una reunión cumbre de las iglesias para acordar métodos frente a la situación.

Esperaba que las juntas de vecinos, los sindicatos de transporte, los sindicatos de trabajadores, las asociaciones que agrupan a los colegios, a los grandes y medianos comerciantes, a los padres de familia, a los estudiantes de provincias, a los partidos políticos, a los medios de comunicación, a las asociaciones turísticas, entre muchas otras, se reunieran a la busca de una estrategia común.

Nada de esto ha ocurrido. Acaso porque la vida, la tranquilidad, la paz, ¿ya no valen nada?



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