En las últimas semanas uno de los temas principales en el contexto informativo internacional han sido los denominados Panama Papers, o Papeles de Panamá, un proceso de divulgación de archivos hurtados de la oficina de abogados de Mossack Fonseca que nueva vez ha traído a la luz pública el tema de las empresas denominadas “offshore”, o de dominio en ultramar.

Fuera de unos sonados nombres de amigos de políticos, artistas o deportistas, poco más trajeron esos archivos que no fuera la consonada discusión de la ingeniera tributaria y el deseo de anonimato de actividades, empresas y personas.

Sin embargo en nuestra visita reciente a ese istmo americano fue notorio el denominado caso Waked de lavado de activos, una investigación que se sigue al Grupo Waked Internacional, S. A., connotados empresarios panameño-libaneses, cuyos negocios representan las más sonadas marcas internacionales de lujo y calidad, plazas comerciales, banca comercial, prensa escrita y desarrollos inmobiliarios.

El Departamento del Tesoro Norteamericano ha denominado como Organización de Lavado de Dinero Waked (Waked MLO) un conjunto de actividades que incluyen también franquicias y tiendas de zona franca, algunas de las cuales también operan en nuestro país. Estas actividades facilitaban por medio del comercio internacional, facturaciones falsas y el traslado de grandes embarques de efectivo, el lavado de dinero.

Este escándalo, que deja en el abismo del desempleo a miles, tiene el sistema judicial e investigativo panameño de cabeza debido a que las investigaciones se llevaron de espaldas a dichas autoridades, revelando con ella la creencia de que los tentáculos de influencia de estas organizaciones criminales, hacen casi imposible a los locales dar con ellos y perseguirlos judicialmente.

Cierto es que nueva vez han venido de fuera para limpiar la casa por dentro, evidenciando las vinculaciones entre el capital negro y la indiferencia ciudadana en perjuicio de toda la sociedad.