Santo Domingo.-El sultán Sahrigar y Sherezada están unidos por vínculos más fuertes que el mismo amor.
Una combinación entre fantasía y realidad que da como resultado la sensibilización y el amor al prójimo del primero y la supervivencia de la segunda.
A partir de esa premisa se desarrolla la trama de la obra Las mil y una noche, basada en el libro oriental, con adaptación para teatro del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que pretende, en cada uno de sus elementos, mantenerse fiel a las costumbres y tradiciones de esa milenaria cultura.
José Roberto Díaz y Hony Estrella hacen esfuerzos por lograr actuaciones destacadas que, a pesar de ellos, no logran vencer debido a lo denso del propio texto, llegando, por momentos tediosos.
De igual manera Manuel Chapuseaux, tan experimentado en su rol de director, logra una puesta en escena aceptable, que a final de cuentas se ve debilitada por este detalle que, evidentemente, escapa de las responsabilidades del elenco, posiblemente por tratarse de historias tan lejanas a la realidad local, lo que lleva a pensar y sugerir, que Las mil y una noche son historias para ser contadas, no para ser actuadas.
Aunque parezca irónico y contradictorio, los protagonistas de la obra logran un trabajo sobresaliente, de técnicas actorales de desdoblamiento e histrionismo que salvan lo pesado del texto.